Una Venezuela justa Partiendo del pensamiento de Bolívar y Miranda

Muchos han intentado, en su mayoría de forma demagógica y manipulativa, utilizar los nombres y legados de los grandes hombres y mujeres que ha dado nuestra fecunda patria para lograr sus propias aspiraciones de poder. Lo más triste es que algunos lo han logrado y como escuchamos en la canción de Alí primera “…Se han colgado para escudarse en su nombre”. Sin embargo, es imposible crear un proyecto país, aun en este tecnológico y acelerado siglo XXI, sin revisar y tomar como guía y punto de partida los escritos, discursos, ideas y concepciones políticas, filosóficas, sociales y humanísticas de nuestro libertador Simón Bolívar y del Generalísimo Francisco de Miranda.
 Ambos próceres, a pesar de los 33 años que distanciaban sus fechas de nacimiento, vivieron la época de “la ilustración”, ese movimiento cultural e intelectual europeo desarrollado en Francia, Inglaterra y Alemania cuyos pensadores sostenían que el conocimiento humano podía combatir la ignorancia, la superstición y la tiranía para construir un mundo mejor y se empaparon de las ideas de los enciclopedistas franceses, Miranda más directamente que Bolívar quien tuvo especial influencia del humanista, rebelde y aventurero Simón Rodríguez. Fueron años de grandes revoluciones en especial la francesa y la guerra de las trece colonias británicas en América que declararon su independencia y formaron los Estados Unidos. Ambos eventos contaron con la participación protagónica y el liderazgo de Francisco de Miranda e influyeron de forma definitiva el desarrollo de una concepción ideológica en Bolívar quien se esmeró no solo en la lucha militar y libertadora sino en la construcción de repúblicas sólidas mediante la edificación de un Estado fuerte, un sistema democrático liberal y la unificación de las otrora colonias españolas, empresa que no logró a pesar del gran esfuerzo y empeño que puso en ella.
La constitución venezolana en su artículo 2 consagra la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y, en general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político. Una sociedad plural es posible al incorporar y escuchar a todos los sectores en la creación de una visión nacional. En palabras de nuestro libertador “El derecho de expresar sus pensamientos y opiniones de palabra, por escrito o de cualquier otro modo, es el primero y más inestimable don de la naturaleza. Ni aun la ley misma podrá jamás prohibirlo…” Sin embargo, para garantizar estos derechos que cada ciudadano tiene, debe también reconocer los mismos en sus iguales además de cumplir con los deberes y responsabilidades que estos acarrean.
El instrumento por excelencia para lograr estos objetivos está en la garantía que da el artículo 102 de nuestra ya mencionada carta magna a cada ciudadano de recibir una educación democrática, gratuita y obligatoria. En palabras de Miranda “La tiranía no puede reinar sino sobre la ignorancia de los pueblos”. Todo proceso de transformación social parte de la transformación del hombre a través de la adquisición y puesta en práctica de nuevos conocimientos y del libre desarrollo de la personalidad. “y conoceréis la verdad y la verdad os hará libre” dijo Jesús a los judíos y, aunque sacado de contexto, este enunciado bíblico expresa la liberación que trae consigo el conocimiento.

La justicia es el principio moral que inclina a obrar y juzgar respetando la verdad y dando a cada uno lo que le corresponde. Esto solo puede existir donde se cumplan los principios de corresponsabilidad en las instituciones y la contraloría ciudadana sea constante, real y fuerte. La democracia es el gobierno del pueblo y para el pueblo que debe tener soberanía por encima de quienes dirigen las instituciones del Estado, el objetivo principal de estos servidores públicos debe ser como dijo Bolívar producir la “mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política” intentando llegar a toda la ciudadanía. La sociedad justa no es ese extraño sueño utópico donde todos somos iguales, sino donde las leyes, instituciones, autoridades, etc. (y con políticas de Estado claras, coherentes y concretas) garanticen igualdad de oportunidades para que cada persona, de acuerdo a sus actitudes, competencias y esfuerzo propio pueda lograr el éxito y la prosperidad para sí mismo, su familia y por lo tanto para la nación.

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